Cuanto más teme una persona a perder la cara, más le importa la opinión de los demás. Cuanto más le importa la opinión de los demás, más ignora sus propios sentimientos. Cuanto más ignora sus propios sentimientos, más vive como un muñeco, esforzándose por mostrarle a los demás. Al final, poco a poco, encierra su verdadero yo en una profunda oscuridad.
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